Dentro de : El Vuelo de Brujas de Goya
Extraños cánticos procedían del lugar. Conjuros. Sonidos, vocablos y gemidos inmigrantes de otro lugar, de otro tiempo y lengua.
Mi burra, Jimena, parecía entender mucho mejor que yo la situación en la que nos encontrábamos. Mis pies temblaban y las suelas de mis zapatos se sentían lejanas e irreales.
En lo más alto del cielo se realizaba un baile de magia desnuda, negra y sucia, profana e inhumana. De soplo en soplo el alma de la víctima -o el plato principal de la noche- se desvanecía, enfriaba la noche y en polvo de estrellas se convertía.
Esa noche habría segundo plato. Jimena lo sabía y se quedó atrás. Quise volver a por ella, quise obligarla, mas ella no tenía la culpa. Ella no quiso salir esa noche ni emprender ese viaje.
Escondido bajo mi capa, ignoré toda figura y proseguí.
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