II Grandes postes de madera se alzaban hasta el horizonte en dirección norte a Monte Real . El Tipo no iba hacia allí, poco a poco se alejaba de la mayoría de rutas comerciales. Dejaba señales y marcas con el cuchillo por el camino: cruces, letras, runas, nombres, canciones. Dejaba un poco de sí mismo atrás. Uno nunca sabía cuando necesitaría retroceder por sus mismos pasos. En su camino se interponía Le Lagon des Toussons , un inmenso secarral hundido en la tierra que aguardaba en su ruta, pero antes de eso debía reabastecerse de provisiones. Los frutos secos no le durarían mucho más y todavía menos el agua. Se decía en cancioncillas que el secarral des Toussons era antes un mar que separaba continentes enteros. Eso era antes de que los Mundos se movieran. Antes de muchas más cosas. A pocos millómetros El Tipo encontraría una gasolinera y esperaba de todo corazón encontrarla repleta de suministros para el viaje. No tardó en verlo. El Tipo sintió un leve escalofrío al ver dicho edi
I El Tipo deambulaba por un largo trecho asfaltado. Una figura en un horizonte grisaceo, marrón y azul. Vestía con los despojos del camino: trapos de colores, botas de cuero, un gran macuto y un sombrero bien grande. Nadie entendía las carreteras como él en el Mundo-Lejano. A su alrededor nada más que ruinas y escombros gigantescos. En la entrada de dichas ruinas, un cartel de un verde quemado y desgastado daba la bienvenida a la ciudad de "Bos'on". No había nadie en Bos'on. Su trabajo: repartir cartas y mensajes a quien pudiera pagar el trayecto. El contenido no importaba. El agua...era otra cosa, eso importaba tanto como el hambre. Tenía la boca seca, más seca que el yermo de Arizona. Algunos de los edificios que rodeaban la carretera, por suerte, ofrecían cierto cobijo del azotador golpe de ambos soles. Nada era como antes y, a veces, El Tipo incluso tampoco podía recordar ese tiempo anterior. Antes era difuso y lo único certero era el presente. Lo único seguro er
El Hombre, sentado en la abismal montaña, canta así al gigantesco Balam: Balam, permítame la siguiente cuestión, la cual Asmodeo dio mala respuesta. Vos, nacido del Mar Muerto, permítame ahora el preguntarle a usted, ¿Sabe qué hago aquí? No lo se yo, ciego y perdido en la neblina de mis pensamientos, busco respuestas en vano, y por más que me afano mi mente no atina. ¿De donde vine y a dónde iré? Algo es cierto, y así lo diré. Ante Balam estoy, y tú aquí estás. Las tres cabezas de Balam sonríen al unísono, y contestan : Tarde llegas, hombrecito, y tus preguntas más veces he oído. Muchos otros como tú han acudido ya, al grande y poderoso Balam, partieron con nada, y así como vienen se van. ¿Quién dice que tendrá la respuesta Balam? Si desearas Poder yo te lo daría, pues dirijo cuarenta legiones de soldados, que valientes y sin igual todo por ti harían. Pero en todas esas legiones, llenas de muertos y esqueletos, no está aquello
Comentarios
Publicar un comentario